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BERLÍN, DE ANTONY BEEVOR
Y es que la guerra puede estar cargada de una épica que inspire a los lectores, que fascine a quienes no vivieron aquel pasado, que les haga soñar con hazañas en el frente de batalla. El relato histórico sobre la guerra contaba las batallas, los grandes sacrificios y acababa concluyendo con la victoria de los héroes, siendo en última instancia un relato reconfortante e incluso moralista. Nadie hablaba de los derrotados, de los grandes errores, de la tragedia del pueblo llano, del terror de los combatientes. Anthony Beevor ya había contado la guerra desde una perspectiva nueva. Acusado por sus detractores de ser demasiado fácil de leer (supongo que un texto engorroso e ilegible tiene más calidad en a mente de algunas personas), merced a la cantidad de documentos personales que maneja, desde las cartas del soldado a las narraciones orales, pasando por pintadas, fotografías, diarios y revistas, que llevan al lector a identificarse con las personas anónimas que aparecen y usualmente mueren en el relato. Berlín. La caída: 1945 es un libro duro de leer, no por su lenguaje ni su mensaje, sino por la fuerza de los acontecimientos, el sacrificio absurdo de vidas humanas, el terror que viven tanto soldados como población civil y el bestialismo al que se ven reducidos los seres humanos a causa de la guerra. Las descripciones de las violaciones en masa, los suicidios y ajusticiamientos, los saqueos y la lealtad mal entendida te conmueven y al mismo tiempo te hacen difícil seguir leyendo. Dicen algunos críticos que Beevor ataca mucho al ejército soviético y favorece en su relato a los alemanes. Puede que sea cierto, pero hay que matizar. Beevor nos cuenta la caída del Tercer Reich, y en su relato describe la venganza de los ejércitos soviéticos, que tuvieron que ver morir a muchos camaradas y familiares en lo que allí se llamó la Gran Guerra Patriótica. Desde esa perspectiva, Beevor no favorece a los alemanes, sino al pueblo alemán, a las mujeres y los hombres corrientes, a los milicianos reclutados deprisa y contra su voluntad, a cuyas familias se amenazaba para que colaborasen con la desesperada resistencia. Los nazis, incluso los oficiales del ejército, se llevan un duro rapapolvo que nada debe de envidiar a las críticas a los altos mandos soviéticos; el soldado ruso es, por lo demás, víctima y verdugo al mismo tiempo, ya que su brutalidad en el trato a la población civil no deja de estar relacionada con las tremendas bajas que el ejército sufrirá hasta el final, no tanto por la astuta resistencia alemana como por la incompetencia y las prisas de los altos mandos. Beevor se alinea con los débiles, y no hay ningún problema en ello. Howard Zinn decía que el historiador siempre elige un punto de vista, aunque no sea de forma consciente, y silenciando las voces del pueblo no hace otra cosa que elegir el bando de los poderosos. Decía Zinn que, puestos a elegir una posición, él elegía ser la voz de los débiles, de los que no tienen historia. Eso mismo hace Beevor, y como era de esperar su relato no es autocomplaciente, no tiene un carácter épico, no posee moraleja alguna ni final feliz. 2010-05-10 00:59 | 6 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/66785
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