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LA SERIE TRISTEZA DE AMORNo sé que pasa esta noche que cierro todos los bares, el tiempo se ha detenido y no amanece jamás. HILARIO CAMACHO, Tristeza de amor
Aquel año Tristeza de amor saltaba a la fama televisiva gracias, entre otros factpres, a los acordes del melancólico Hilario Camacho, los inteligentes guiones de Eduardo Mallorquí y la pausada dirección de Manuel Ripoll.
LA HISTORIA Ceferino Reyes (Alfredo Landa) ha vuelto a España tras una ausencia de casi diez años. Excelente profesional de la radio, su mal humor y el peor recuerdo que dejó a su marcha le impiden encontrar trabajo. Sólo la ayuda de su amigo de la infancia, Figueras (Carlos Larragaña), le permite conseguir un trabajo en la COI, Confederación de Ondas Ibéricas. Aunque bien pagado, el trabajo de Ceferino no es fácil: debe de producir un programa que tendrá como estrella a Carlota Núñez (Concha Cuetos), la mujer que ayudó a destrozar su carrera una década atrás, y que ha seducido al dueño de la cadena, el Viejo Rivera (Eduardo Fajardo), quien por su parte sueña con emprender una carrera política usando como trampolín los medios de comunicación que controla. El programa, que se emite de noche, acaba siendo un éxito, pero no gracias a Carlota ni a Ceferino, sino a uno de los colaboradores, un poeta cursi llamado Walter Heredia (Fernando Hilbeck), que con sus buenas maneras y su voz calmada seduce a las oyentes. A partir de este punto la historia rápidamente evoluciona. Los personajes se desarrollan con gran habilidad a la par que descubrimos facetas sorprendentes de ellos. Nuevos personajes aparecen, y otros van saliendo según abandonan Madrid. Al acabar el año que recogen los trece capítulos de esta serie, ninguno de ellos es el mismo, el programa y la convivencia les ha cambiado, ni para mejor ni para peor, simplemente ya no son los mismos.
UN REFLEJO DE OTRO TIEMPO Indudablemente, una de las claves del éxito de la serie fue saber retratar una España real, en continuo cambio. Así, la inflación y los problemas económicos que acosan a Carlota, el miedo al paro que atormenta a Ceferino o los braguetazas que dan Figueras o el propio Walter, por no hablar del pelotazo del alcohólico Damián (Walter Vidarte), son parte fundamental de la trama y en gran medida son las que dan sus motivaciones a los personajes. La política y los medios de comunicación también tienen un gran peso, y aunque la serie no habla de partidos políticos concretos, sí que muestra la relación entre el dinero y la política, siendo el Viejo Rivera un ejemplo de franquista posibilista (en ningún momento se dice, pero sus comentarios y sus aires de caballero que añora un pasado perdido lo dejan bien claro) que no termina de sentirse a gusto bajo el gobierno socialista y los cambios sociales del país. Pero quizás el punto fuerte de la serie sea mostrar dos Españas, una que comienza a despertar y otra que no termina de desaparecer; una España con nuevos valores, y otra tradicional y reaccionaria. Así, a través de los problemas de Lita (Marisa Lahoz) con los hombres, el deseo de su novio de que deje el trabajo cuando se casen, el disgusto de su familia cuando descubren que se va a vivir con el novio antes de casarse, recordamos que las ideas tardaban mucho en cambiar. Incluso la famosa Carlota se ve obligada a vivir con una sobrina (una jovencísima Emma Suárez) y una criada, para no atraer las habladurías de la prensa y los vecinos. La homosexualidad, el cambio de sexo, el acoso laboral… la serie se atrevió a tratar toda una serie de temas clave que, hasta aquel entonces, las teleseries apenas habían querido o sabido tocar.
EL AMOR Los protagonistas de Tristeza de amor son, en su mayoría, solitarios y egoístas. Y sin embargo, aman con la fuerza y la desesperación que da el saberse solos, condenados al fracaso. Cada pequeño triunfo es una gran victoria que deben de atesorar antes de la derrota final. Así, la manipulación y la soledad afecta a todos, desde el Viejo Rivera, que es manipulado y manipulador a la vez, primero con Carlota y luego con una artista soviética (la explosiva Nadiuska, fantasía húmeda de la generación que me precedió), pasando por Figueras, que se casó con su mujer sólo por el dinero, o Lita, que usará a Ceferino como un desfogue ocasional. Pero más allá de la manipulación, está lo que pudo haber sido, los amores que pudieron haberse consumado y, por miedo o por orgullo, nunca prendieron. Todos los personajes callan en algún momento para su desdicha, y como dirá Walter en un momento: “Las palabras más tristes que se pueden pronunciar son pudo haber sido.” Sin buenos ni malos, las relaciones amorosas que aparecen en la serie son un reflejo excelente de unas relaciones que nada tienen de idílicas. Los escasos triunfos son, por lo tanto, memorables.
Al final, como su propio título, Tristeza de amor deja un sabor agridulce. Perfectamente pensada y calculada, apenas trece episodios sirven para que conozcamos de arriba abajo a unos personajes que, en un acto de realismo y coherencia, no tendrán final feliz; los más afortunados tampoco tendrán un final completamente triste. Todo un ejemplo de lo que un puñado de actores situados en los mismos decorados, con un solo guionista, podían conseguir. Uno se pregunta cómo es posible que las teleseries españolas actuales, con mayores presupuestos, mayor número de guionistas y mejor tecnología no puedan alcanzar esa calidad. 2010-01-29 09:21 | 6 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/65798
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