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FANTASÍA DE RELLENOEl siglo XIX y el XX han sido tremendamente prolíficos en lo que a literatura fantástica se refiere. La aparición de revistas baratas (pulps) y de novelas de bolsillo, las adaptaciones a la radio y posteriormente al cine, más una pequeña ayuda por parte de los cómics, los juegos de rol y los videojuegos, han permitido que los universos fantásticos se expandan no sólo como lecturas rápidas y simples, sino también como una auténtica afición que ha engendrado estudios, ensayos y clubs de fans. El problema de los libros, no obstante, es que se acaban. Los buenos relatos deberían de continuar eternamente, porque cuando una historia termina, una historia buena que nos ha hecho tocar las cumbres de la fantasía, uno siente como un pequeño vacío, un hueco que parece nunca se volverá a llenar. Y ahí es donde aparecen nuevos autores que nos ofrecen continuaciones, precuelas y rellenos. Estas nuevas historias pretenden lo imposible: dar coherencia a un universo que es incoherente, porque ha sido forjado por la mente de un individuo. Así, para darle legitimidad, los nuevos autores buscan mostrarse como colaboradores: Derleth y DeCamp continuaban historias de Lovecraft o de Robert E. Howard que los autores apenas habían abocetado (cuando no eran, me temo, puramente inventadas por los jóvenes autores); Christopher Tolkien intentaba unir con su torpe prosa los poderosos relatos de su padre, siendo el Silmarilion una obra tremendamente irregular; el hijo de Herbert nos cuenta con su torpe prosa y ayudado por un escritor mercenario todo lo que su padre sugirió en su libro pero nunca contó (destruyendo, por cierto, toda la gracia de aquellas historias, pues como de costumbre cuando se muestra demasiado se pierde la magia y se vulgariza todo). Lo divertido de estos autores es justamente su deseo de ser más papistas que el Papa. Sirva como ejemplo el caso de Conan: Robert E. Howard contó las historias de su bárbaro totalmente desordenadas, según se le ocurrían, unas veces presentándolo como maduro rey y otras como salvaje jovenzuelo, dejando montones de huecos en medio porque realmente iba improvisando; pero DeCamp insistió en crear una cronología, rellenar los huecos (con novelas escritas por él, obviamente). ¿Cuál es el resultado? Que se pierde la magia, que no queda nada para la imaginación, que Conan se convierte en la lista de los Reyes Godos.
![]() Algunas editoriales parecen amar realmente el legado de los autores, y se niegan a publicar esas obras, prefiriendo ofrecer a los lectores las historias tal y como las escribió el autor original. De hecho, lo más posible es que cuando hayan pasado cuarenta o cincuenta años, estos continuadores hayan caído en el olvido y la obra original brille con luz propia. Y es que, igual que nacer y morir es un proceso natural en la vida, que las historias empiecen y acaben es un proceso natural en la literatura. Porque siempre habrá otros relatos y otros mundos fantásticos. 2009-08-04 10:02 | 0 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/63984
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© 2002 Jose Joaquin
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