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EL NIÑO QUE LLEVAMOS DENTRO

Ahora que sé un poquito de inglés, sobre todo leerlo, disfruto enormemente con cosas que hasta hace no mucho me era imposible disfrutar. Antiguos videojuegos que nunca pude disfrutar, o que jugué sin tener muy claro la historia que me contaban, ahora se me antojan más divertidos y apetecibles que las novedades de la tienda de informática; el último crossover o el nuevo cómic que arrasa en EE.UU. tampoco me enloquece, pero me pirro por leer las series y autores que el idioma y la distancia me impidieron conocer diez o veinte años atrás; con el cine me pasa tres cuartos de lo mismo, y actores hoy olvidados y actrices de belleza ya perdida se dan cita en la pantalla de mi ordenador.

No soy el único al que le pasa esto, pues de hecho tengo un buen puñado de amigos que se dedican a recuperar teleseries, novelas y juegos de su adolescencia y niñez. Y es que el pasado, nuestro pasado, vende. Demasiado pobres o cuerdos para intentar tener hijos a los que darles los caprichos que no tuvimos, nos damos cuenta que el dinero sí que nos llega para satisfacer los caprichos del niño que fuimos, aunque sea con algunas décadas de retraso.

2009-04-06 00:43 | 0 Comentarios