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NUEVA EDICIÓN DE LÁGRIMAS DE LUZ
Un día Rafa Marín me dijo que leyera Lágrimas de Luz. Ya había leído un par de libros de relatos suyos, más alguna que otra historia por aquel entonces inédita, y sus historias me parecían entretenidas, algunas más complejas de lo que la ciencia-ficción solía ser. No sé cuánto tardé en leerme la novela. Desde luego, no le di tregua. Incluso hubo recreos en los que me quedé en clase, con la excusa de terminar alguna tarea, y cuando todos se habían ido continuaba leyendo. En mi casa leía en lugar de estudiar – no es que antes de empezar a leer el libro estudiara mucho, la verdad – y por las noches me acostaba un poco más tarde. Cuando acabé la historia sentí como un vacío. Miren que no era un libro corto, pero Hamlet Evans me había marcado, con su forma tan personal de contar su historia, con la amargura y la sabiduría que da la experiencia, con los elementos fantásticos que me fascinaban y los cotidianos que me hacían sentirme identificado. Diablos, quería más. “Leete esto” me dijo Rafa, alargándome un número de la revista BEM, donde leí un relato en el que no aparecía Hamlet Evans, pero donde la acción se desarrollaba en el mismo universo de Lágrimas... Era una buena historia, pero no era lo que yo quería. “Entonces mira esta otra” me dijo Rafa alargándome un libro de recopilaciones, donde pude leer otra historia donde no aparecía Hamlet, sino otro personaje relacionado ligeramente con su trama. Cuando le dije que quería seguir leyendo, esperanzado en que hubiese una segunda parte de sus aventuras, Rafa se encogió de hombros y me dio “La leyenda del navegante”. Era otra novela, con otro protagonista, que ni se llamaba Hamlet ni se parecía a Hamlet, aunque también vivía aventuras fantásticas y también tenía elementos en común conmigo. Odié a Rafa cuando la historia se acabó y me dijo que tampoco había más aventuras de Salther Ladane.
Muchas veces mis amigos me han preguntado cuál es el mérito de Rafa Marín, demasiado vagos para leer sus libros. Y el mérito no es que escriba bien, no es que desarrolle personajes que te hacen sentirte identificado, ni que posea ese sentido de la maravilla que te engancha desde el primer párrafo. Todo eso lo tiene, claro, pero su auténtico mérito no es que sepa escribir, sino que sabe parar de escribir. Supo acabar sus historias, sin segundas partes, sin alargar las tramas como chicles, sin prostituir a sus personajes. En una época en la que la ciencia-ficción y la fantasía no dudaba en vender decenas de trilogías para no contarte nada, a Rafa le bastaba un libro para contártelo todo. Igual que los libros “de verdad”, igual que las las novelas “serias”. Hasta aquel entonces nunca había imagina que la ciencia-ficción pudiera tener obras serias, obras de verdad, sin por ello renegar a la fantasía, a la imaginación y al ensueño. Todo aquello fue Lágrimas de luz. Al menos para mí. 2008-11-14 14:40 | 4 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/60539
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© 2002 Jose Joaquin
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