AQUEL VERANO... RICHI
Desnudo de torso para arriba, con el pecho apenas oscurecido por una casi invisible pelusilla que prometía llegar a ser algún día una mata de vello, Richi se observaba ante el espejo del baño. Tenía 16 años y solía decir que era todo un hombre, y algunas veces incluso creía sus propias palabras. Sin embargo, contemplando aquella piel blancuzca y algo caída, buscando sin éxito una sombra de barba que no parecía querer salir y unos músculos que sólo podían encontrarse en los superhéroes de cómic, hasta él mismo encontraba difícil tomarse en serio sus palabras. “¡Deja de vaguear y vuelve a estudiar!” oía decir a su padre, llamando a la puerta cerrada del baño. “¿Me oyes?” Con un sonido parecido a un mugido, Richi le dio a entender que sí, que lo había oído perfectamente. De hecho, desde hacía un mes, lo único que Richi hacía era oír a su padre: que si era un vago y no hacía nada, que si era un crío y no se tomaba en serio sus responsabilidades, que si sus amigos éramos malas influencias… A solas en su cuarto, mientras dibujaba en las últimas páginas de los cuadernos en los que supuestamente desarrollaba complejas e ininteligibles fórmulas matemáticas, pensaba que su padre era un tirano y él una víctima propiciatoria de una conspiración de los profesores, que le odiaban por ser un gran dibujante y no un estudiante mediocre. Sin embargo, frente al espejo del baño, al igual que la malvada bruja, la verdad se le revelaba, y no era de su agrado: no era tan listo como había creído, y desde luego no había habido ninguna conspiración, simplemente había estudiado poco. Y aquello era terrible, porque ¿y si tampoco era tan buen dibujante como él pensaba? ¿Y si no era tan maduro como creía? ¿Y si no caía tan bien como se imaginaba? Ahora, mientras leen esto, puede que consideren que Richi era un exagerado. Nada de eso, simplemente era un adolescente, y estaba aprendiendo que la imagen idealizada que tenía de sí mismo no era del todo cierta. No era, en definitiva, ese artista renacentista que podía hacer de todo (y encima muy bien), sino un estudiante del montón, algo haragán. “¡¿Se puede saber que estás haciendo ahí adentro?!” Richi abrió la puerta, derrotado ante los gritos de su padre, ante la revelación del espejo, y volvió a su cuarto y a los cuadernos, a hacer lo único que un adolescente al borde de la derrota podía hacer: dibujar y recrear el mundo que le rodeaba gracias al lápiz.
2008-07-21 07:51 | 2 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Kuko |
Fecha: 2008-07-21 10:16 |
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eso nos ha pasado a todos... yo dibujaba tebeos en los que goku mataba a mis profesores... ¡la que lio mi madre cuando encontro los dibujos1
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