Gades Noctem

Hay amores eternos y hay amores fugaces; hay amores que perduran en el recuerdo y otros que, por suerte o desgracia, se nos olvidan; y luego estaba lo de Alvarito con Blanca, la leche que mamó, qué relación más surrealista.

Todos sabíamos que algo malo tenía que haber pasado entre ambos, porque el viernes no tuvimos noticias de ninguno de ellos. Sí, ya sé que cuando una parejita desaparece un fin de semana es algo normal, pero creedme, estos dos eran cualquier cosa menos normales. Les recuerdo que tardaron, cuando ya eran novios, casi dos semanas en cogerse de la mano, y casi mes y medio en darse su primer beso (un piquito, encima). Si salían solos se aburrían. Si venían con nosotros podían pasar la noche sin cambiar una sola palabra. Su relación se limitaba a estudiar juntos por las tardes y al rato que Alvarito tardaba en escoltar a Blanca hasta su casa, cinco minutos antes de que cumpliera el toque de queda familiar.

Además, un fin de semana antes de aquella extraña desaparición, él la había invitado a cenar en casa (los padres de nuestro amigo solían ausentarse los fines de semana). Tras cenar algo recalentado en el microondas, y aburrido de ver a Bertín Osborne en “Contacto con tacto”, Alvarito empezó a acercarse a su pareja con tono insinuador, y cuando esta menos lo esperaba, se bajó los pantalones. Ea. Así. Por la cara.

No me quiero imaginar ni a ese hombre en gallumbos, garrote vil preparado, ni a esa chica escandalizada. No me los quiero imaginar, pero lo tuve que hacer, porque el maldito truhán nos contó lo que ocurrió, y que se puede resumir en dos frases:

Total, que de Alvarito y de Blanca no se sabía nada. Todos apostábamos por una ruptura. Todos menos Kike, que tenía pajaritos en la cabeza, y pensaba que en esos momentos estarían disfrutando de una noche triple X.

No fue hasta el día siguiente que Alvarito me llamó por la mañana. Aunque salíamos juntos, aunque nos teníamos estima, no podía decirse que fuésemos íntimos. Sin embargo, desde hacía algún tiempo la gente de nuestro grupo solía acudir a mí para contarme las cosas malas o estrambóticas que les ocurrían (si hubiesen sabido que años después las airearía en un blog, posiblemente se lo hubiesen pensado dos veces… o no).

Me contó, triste, que su relación con Blanca había terminado. Varios picos, una bajada de pantalones y muchas horas de estudio después, nuestro amigo volvía a formar parte del selecto-pero-poco club de los solteros.

“¿Fue por lo que pasó en tu casa? ¿Por lo de los pantalones?” le pregunté.

“¿Qué razón te ha dado?” porque uno siempre se espera que le dejen por una razón concreta, como si los fracasos amorosos fuesen culpa de una acción concreta en el espacio y en el tiempo, y no fruto de un cúmulo de sucesos, muchas veces incontrolables.

“Me ha dicho que hizo un test de compatibilidad en una revista.” En aquel entonces, no sé si ahora también, estaba muy de moda incluir miles de tests en las revistas adolescentes. “Y al parecer, no somos muy compatibles. Más bien nada.”

Me quedé alucinado, aquella era la mayor gilipollez que había escuchado en mi corta existencia.

“A ver, Alvarito, dime por lo que más quieras que hiciste algo, que dijiste algo, que no dejaste que la relación se fuera al garete por un test.”

“Jose, tío, la duda ofende. Claro que hice algo. Le dije que repitiera el test… pero salió lo mismo.”

Y así, con un test en una revista que valdría menos de 200 pesetas, acabó la primera relación de nuestro amigo Alvarito.

URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/55952

CORAZONES ROTOS

Referencias (TrackBacks)

Comentarios

Consigue mis libros

Archivos

Documentos

Enlaces indispensables