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HABLANDO DE CINE![]() Y me he dado cuenta que, ¡diablos!, a mí me pasa lo mismo (y tengo 20 años menos que mi maestro, ojo, que no es por la edad). Peor aún, a mis amigos les pasa lo mismo: al cine ya solo vamos de tarde en tarde, y suele ser para avergonzarnos y cabrearnos. No crean ustedes que yo me aficioné al cine en mi adolescencia ni con mi pandilla. Muy al contrario, yo con mis amigos no iba casi nunca al cine, pues teníamos gustos tan diferentes que al final acabábamos metiéndonos en la comedia tonta que a nadie molestaba, y así entenderán ustedes que no hay quien se aficione a un arte. El gusanillo por el cine me dio ya en mi segundo año de carrera, con un cine casi al lado de la facultad, horario de tarde, carnet de estudiante y un montón de horas libres entre clase y clase. Allí, sentado en una sala de cine para mí solo, me maravillé con American Beauty, me escondí en los baños para volver a ver una segunda vez El club de la lucha, pasé cuatro magníficas e irrepetibles horas viendo El barbero de Siberia o soñando con un futuro cyberpunk llamado Matrix. Así conocí a la novia de mi amigo Santón, que trabajaba en una campaña de ONO que repartía entradas gratis, y como en la sala sólo estaba yo me las daba del tirón, e incluso nos las repartíamos. Y mi profesor de Historia Moderna, Arturo Morgado, se acostumbró a que me fuera cinco minutos antes, comprendiendo el mal sabor que me dejaba perderme los trailers. Hubo películas malas, ya lo creo que sí. En una me llegué a dormir, y en una de terror no dejaba de reírme. Hubo semanas con la cartelera inmutable, maldita época baja, y semanas de continuos cambios, por lo que acudía dos o tres veces por semana. Pero ya no encuentro ese tipo de películas, o porque no las sé buscar o porque simplemente ya no las hay. Y el cine es caro, carísimo, y manda narices que encima vayas a ver una película y los trailers te la hayan destrozado, o peor aún, que a los cinco minutos ya sepas como acaba. Así que, óyeme Rafa, que no eres solo tú. Hubo un tiempo en el que ir al cine era una forma de ocio, pero ahora es un lujo caro, que no ofrece ni una pequeña parte del dinero que vale. No dudo que seguirá habiendo cine, porque las parejas se aburren los viernes y porque ya sólo con los muñequitos y los videojuegos se amortizan las pelis. Pero ya no lo siento como mi cine, y ya no me creo ni identifico con el humo y espejos que muestra la gran pantalla. 2007-11-20 08:47 | 5 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/53542
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© 2002 Jose Joaquin
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