LAS AVENTURAS DE CARBONELL 8: LA BODA DE MEJÍA
No todo era exceso y salvajismo en la vida militar. Pablo Carbonell y sus amigos eran, a fin de cuentas, adolescentes que acababan de entrar en el mundo de la disciplina, el sueldo y la independencia. Eran, consecuentemente, alocados y golfos, amigos de las novias ajenas y las fiestas hasta altas horas.
Sin embargo, Carbonell rápidamente descubrió compañeros maduros en edad y carácter, enamorados de sus distantes novias, fieles a éstas no sólo de cuerpo, sino también de pensamiento.
El sargento Mejía era uno de aquellos hombres. Lector empedernido de novelas históricas, fumador compulsivo de puros, Mejía parecía más un personaje de novela que de la España de ahora (es decir, de la España de hace unos 10 años). Tenía un extraño código de conducta que le impedía beber alcohol, maldecir o rehusar una buena pelea. A las mujeres no las tocaba, ni siquiera a su novia, que llevaba lo menos seis años en Canarias esperando a que la rescatasen de una aburrida vida de pueblo. Lo de no tocarla no era por falta de ganas, entiéndase, sino por una extraña y retorcida caballerosidad que ni siquiera se habría podido explicar un siglo atrás, mucho menos en estos tiempos.
A la novia de Mejía, la Ana, la conocía toda la base. No en persona, claro está, sino por foto. Era una niña mona, siete u ocho años más joven que Mejía, con ese cierto aire de picardía secreta que sólo tienen en el campo, pero también con ese toque sereno que quienes viven en las grandes ciudades perdieron hace tanto. Mejía llenaba su cuarto con fotos de su Ana, le escribía larguísimas cartas al principio, e interminables mails cuando la tecnología comenzó a llegar a la base. La llamaba casi a diario (cuando el teléfono funcionaba, claro, que allí en la montaña el radar o vete a saber qué se cargaba la línea telefónica y el Internet cada dos por tres).
Finalmente, cuando Carbonell llevaba apenas un mes en la base, Mejía y su novia se casaron. ¡Menuda alegría le dio a Pablo! Para él, que nunca había tenido una historia de amor como esas que se ven en las películas, aquello era la confirmación de que el Amor, así con mayúsculas, existía. A pesar de las distancias, a pesar de la diferencia de edad. Y Carbonell pensaba “A mí me gustaría vivir alguna historia de amor como esas… bueno, pero fumando menos puros, bebiendo más cerveza, y follando de vez en cuando.”
Tras la boda, Mejía y señora partieron hacia las américas, hacia el Caribe en particular, donde se iban a pegar una señora luna de miel. Y oye, menuda tenía que ser, como que pasadas dos semanas no sabían nada de ellos. Aquello debía de ser el paraíso, puesto que pasado un mes seguían sin noticias. A los dos meses, ya extrañado, Carbonell le preguntó a un Capitán, algo extrañado:
“Mi capitán, ¿el sargento Mejía todavía está de permiso?”
El capitán puso cara de circunstancias, y respondió escuetamente:
“Ehh, sí sí, todavía…”
No muy convencido, pensando lo peor, yo que sé, que Mejía se había pasado al enemigo y ahora era castrista o algo así, se acercó a otro superior algo más comunicativo, el psicólogo de la base, el teniente Gabo.
Gabo, que compartía con Carbonell el gusto por la ciencia-ficción y las chicas comprometidas, no tuvo reparo alguno en contarle a nuestro amigo la razón del retraso de Mejía
“Ni castrista ni castrado, lo que Mejía tiene es una depresión de caballo. Bueno, eso y dos cuernos como los de un toro de lidia. Fíjate, Pablo, que nada más llegar a no sé que isla del Caribe, la mujer de Mejía descubrió que a ella no le iba el rollo de puros, libros y caballerosidad. Que sí, que eso es muy bonito para la distancia, porque total, lo mismo te da que tu novio sea una máquina sexual que una cafetera rota, pues él está allá y tú aquí. Así que nada, la niña se desbocó un poco y ahora están para divorciarse, y él con una depresión de esas que te dan la baja y un paquete kleenex. Vaya putada, ¿eh?”
Y Carbonell pensó, ¡qué diablos!, que lo mismo esos amores tan bonitos de película que sobreviven a miles de kilómetros de distancia no tenían demasiado interés en la vida real.
2007-11-18 12:45 | 4 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Thais |
Fecha: 2007-11-19 01:05 |
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:_( Pobre Mejia
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2
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De: Jose Joaquin |
Fecha: 2007-11-19 08:46 |
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Otro compañero de Carbonell, aunque ya de otra base, llevaba con la novia como 10 años... y fue irse a vivir con ella y tardaron dos semanas en dejarlo. La convivencia es todo un mundo...
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3
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De: Thais |
Fecha: 2007-11-19 23:46 |
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Vamos, para que veas que a las personas no se les acaba nunca de conocer.
Siempre salen con algo nuevo :P
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