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UN DESAYUNO DE CAMPEONES![]() La ostia que parió al pueblo, a la arqueología y al señor Corominas, farmacéutico de profesión y arqueólogo vocacional, que en los años 50 se subió al cerro más alto de la comarca y se excavó él sólo media cueva. Y venga, como la Unión Europea ha dado fondos, a subir todos los días 200 metros a pie y cargados hasta los topes, a continuar con la obra de Corominas. Yo en venganza me voy a hacer farmacéutico amateur, oigan, como lo oyen. De “sin dar un palo al agua” nada, oigan, menudo frío. Todo el día pico y pala, cargando cubos, para entrar un poquito en calor. Y eso si hay surte y no te llueve, que ya son ganas de fastidiar, en toda España sequía y, allá en el dichoso pueblo, tiene que caer la de dios es cristo dos veces al día. Y el director de la excavación, que ya tiene sus años, no vean los brincos que mete; y como uno tiene su ego, si un cuarentón puede meterse ese tute, yo no voy a ser menos. Pero oigan, no todo es malo. Los compañeros y compañeras, en total unos 15, son estupendas personas. Y nos dan una casa de campo entera para nosotros, y allí que nos colamos a lo gran hermano, dispuestos a hacer cuanta diablura se nos permita. Y como buenos profesionales, nos dividimos las tareas de la casa, y a mí me toca la cocina, la hostia, una docena y pico de personas, y el único que sabe aliñar una ensalada y freír un huevo frito soy yo. Y mis menús no son malos, de desayuno tenemos leche, colacao y café, una jarra de zumo de naranja, un puñado de fruta del tiempo, pan con manteca, aceite o tomate; de almuerzo no hay nada, porque comemos en un bar; y de cena al gusto: ensaladas variadas, revueltos, flamenquines, o cualquier nueva receta que mi madre me chivatée por el móvil. Mas un día digo “Señores, se acabó, que comemos como en casa y así nos vamos a morir. ¡Que subimos a una montaña dos veces al día (porque para almorzar hay que bajar, claro) y nos estamos quedando como Gasparito!”. Y oigan, que sí, que todos me dicen que tengo razón y que tenemos que empezar a comer más proteínas, más grasas, más a lo yanki, que sólo llevamos una semana y ya hemos perdido cuatro quilos. Así que les preparo un desayuno americano que no vean ustedes, la envidia de la región, hasta el vecino venía a desayunar con nosotros: zumo de naranja y café americano, 2 tortitas con su sirope (lo vendían en la tienda del pueblo), 2 huevos hechos en manteca, 4 lonchas de bacon bien tostado, de esas que cruje, y el que se quede con hambre ahí tiene una longaniza y algo de pan. ¡Menudo exitazo! De hecho, tuvimos que comprar más tortitas, porque la gente se quedaba con ganas de comer algo más. Y la que más come es Emma, que es una niña muy jovencita que recién ha terminado el instituto, que con eso de que está creciendo se come hasta los quicios de las puertas: el sirope lo bebe a gaznate, como si fuera vino, y el bacon siempre le parece poco. ¡Bendito metabolismo adolescente, que encima es una sílfide! Y aquella tarde, cuando voy a la tienda del pueblo a comprar provisiones, Emma se me acerca y me dice que, si el presupuesto llega, también le gustaría que comprásemos yogurt para picar algo al medio día. Hago cuentas y sí, el presupuesto da sobrado: “¿Qué yogurt prefieres, niña?” y la muchacha me responde, mientras la encargada nos despacha el bacon para el desayuno, “Alguno bajo en calorías, que no quiero engordar.” 2007-10-23 10:30 | 3 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/52978
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