Inicio > Historias > EL DÍA QUE CONOCÍ A DIOS (Y ME INVITÓ A DOS CERVEZAS)

EL DÍA QUE CONOCÍ A DIOS (Y ME INVITÓ A DOS CERVEZAS)

Muy buenas tardes a todos los presentes. Antes que nada, quiero agradecerles que estén aquí leyendo mi vida, es decir, la vida de un completo desconocido, en lugar de estar sentados frente al televisor viendo los amoríos de famosos y famosetes varios.

Sinceramente creo que, con mi vida, van a salir perdiendo. Yo no me he acostado con ninguna famosa, de hecho, desde que mi novia Susana y yo nos peleamos hace cuatro meses, no me he acostado con nadie. Lo de Susana es una historia divertida, verán, resulta que hace unos meses nos peleamos por una tontería (una tontería mía, se entiende) y se fue de casa. Al día siguiente vinieron un par de amigos suyos, recogieron sus cosas, y se marcharon.

Ahora que lo pienso, creo que la historia no es divertida en absoluto. Bueno, lo que me pasó ayer tal vez les parezca más interesante. Yo entiendo que muchos de ustedes no se van a creer mi historia, pero les juro que pasó tal y como les cuento.



Ayer me llamaron del trabajo a la hora del almuerzo.
(Yo trabajo por las tardes en Onda Cero, haciendo un programa de Semana Santa llamado “Pasión en la Onda”, lo cual no deja de ser curioso, puesto que soy ateo no practicante. El programa tiene un éxito enorme, no se crean, tanto que hace unos meses Punto Radio nos intentó copiar el formato con un tal Jesús Devesa haciendo de locutor y un programa llamado “Pasión en el Punto”. El nombre debió de escandalizar a alguien, porque dos semanas después colaron a dos gilipollas hablando de la universidad.)
La que llamaba era Carmen, mi jefa, muy alterada.

“Conde” sepan ustedes que yo me llamo Javier Conde “escúchame con atención: ¡Santón ha encontrado a Dios!” Santón es el ´tecnico de grabación con el que grabo por las tardes.

“Anda, y yo me alegro mucho. Ahora se podrá casar por la Iglesia y todo.”

“No, no me entiendes. Que ha encontrado a Dios, pero en persona.”

Yo por supuesto no me lo creí. No es que desconfiara de Carmen, que es que desde que dejó de tomar su medicación, dice unas cosas muy raras. Sin embargo ella me insistió una y otra vez que era verdad, que Santón estaba con Dios esperando a que yo fuera a hacerle una entrevista.

“¿Dónde están?” pregunté, sin creerme una sola palabra de lo que me acababa de contar.

“¿Sabes dónde está la Catedral?” evidentemente asentí “Pues tal como llegar por la calle Pelota doblas a mano izquierda, en un bar con terraza y un toldo verde donde ponen pescado frito.”

“Espera, ¿me estás diciendo que Dios está comiendo pescado frito en un bar?”

“No, no. Santón le ha invitado a una ensaladilla rusa y un tinto de verano, pero el bar es conocido por el pescado frito. Coge el micrófono, la grabadora, y vete corriendo para entrevistarle.”

“¿Y si no es Dios?” Tarde, Carmen ya me había colgado, posiblemente para llamar a su jefe y anunciarle la exclusiva que íbamos a tener.



Me vestí deprisa (yo voy todo el día en pijama por mi casa, qué quieren que les diga, es más cómodo), busqué la dichosa grabadora y la encontré, también es mala suerte, en el mismo cajón donde había guardado las fotos de Susana. Me quedé bloqueado unos segundos, pero enseguida me repuse, llamé un taxi (le colé la factura a la empresa, no se crean) y me colé en la Catedral, o más concretamente, en el bar de toldo verde que había a mano izquierda.

Nada más entrar, Santón se levantó de la mesa que ocupaba con otro hombre, un tipo de rostro gris y ropa demasiado formal, y se me acercó corriendo.

“¿Traes la grabadora?” me preguntó, casi temblando de emoción.

“Sí, claro.” miré por el bar buscando a un hombre de túnica, melena y barba blancas. No había nadie así. “¿Y Dios? ¿Está en el baño?”

“¡Oh, no!” bajó el tono, como dando a entender que todo debía de ser lo más confidencial posible “Es ese hombre que está sentado conmigo.”

“¡Eso es imposible! ¿Tú has visto como viste?”

“Hombre, no es muy moderno, pero puesto que tiene unos cuantos millones de años, tampoco le puedes pedir que se vista en Zara Hombre.”

“No, ya. Pero no sé, míralo bien, si parece un funcionario cuadriculado.”

“Hombre, hizo el mundo en seis días, para hacer una cosa así hay que ser metódico y cuadriculado. En Cádiz no somos nada cuadriculados, y mira como van las cosas, las obras públicas no acaban nunca, ¿y por qué? Porque no somos cuadriculados, no sabemos organizarnos.”

Asentí un poco aturdido por el razonamiento de mi compañero. “¿Y cómo os conocisteis?” le pregunté.

“Anda, pues porque me pusieron una multa por estar mal aparcado.”

“¿Qué tiene que ver una multa con Dios?”

“Hombre, Conde, lo tiene que ver todo. Yo creía que estaba bien aparcado, así que me cabreé muchísimo y exclamé <> Y nada, ahí apareció. Yo creo que estaba ahí todo el rato, sólo que hasta ese momento no fui capaz de verle.”

“¿Y qué hizo Dios?”

“Me explicó que sí estaba mal aparcado. Al parecer había un letrero que prohibía aparcar, pero con las prisas no lo vi.”

“¿Y te quedaste más tranquilo?”

“La verdad es que no, una multa siempre jode.”

“También es verdad.” Dicho esto, nos acercamos a la mesa y Santón me presentó a Dios, del cual debo decir que es muy educado, puesto que enseguida me ofreció un trozo de ensaladilla rusa y un tenedor.

Saqué la grabadora y comprobé que las pilas funcionaban. Antes no las comprobaba nunca, pero una vez le hice una entrevista a un tal Melchor Prats, un tipo que dibujaba el Capitán Trueno o algo por el estilo, y tras dos horas de entrevista descubrí que no tenía pilas. Menos mal que nuestros oyentes no se enteran de nada, así que colé a un amigo mío que imitó la voz de Prats y dijo dos pamplinas sobre tebeos.

“Tú no crees en mí, ¿verdad?”

Le miré algo sorprendido, ya que siempre que entrevisto suelo aparentar con gran habilidad que me interesa mucho lo que voy a escuchar y que me creo todas las paridas que me cuentan. Algo cortado, contesté: “En usted sí creo, lo que no creo es que sea Dios. Ni usted ni nadie, vamos, que no es nada personal.”

“Mírame bien.”

Lo miré bien y, ¡joder!, de repente me di cuenta de que Santón tenía razón. Aquel hombre era Dios. No sé cómo lo supe, no fue una experiencia sobrenatural ni nada por el estilo. Simplemente lo supe. Y perdónenme la trivialidad y la ñoñería, pero es que la única forma de describir lo que ocurrió es comparándolo con el día en que conocí a Susana. Fue un día que fuimos a comer a la Vaca Verde, un restaurante vegetariano de lo más corriente. Un amigo trajo a Susana, su compañera de trabajo. A simple vista me pareció una muchacha normal. Sin embargo, en mitad de la velada, mientras hablábamos sobre alguna trivialidad, la vi sonreír y me pareció una mujer diferente, como si no fuese la persona que hasta hacía unos segundos había estado sentada a mi vera. La miré y, sé que suena tonto, pero supe que la quería, que era especial. Eso mismo me pasó con Dios.

“A Moisés le pasó lo mismo.”

“¿No creía en ti?”

“Oh no, me refiero a su mujer, Zipora. También se conocieron en un restaurante vegetariano.” Me quedé sorprendido, claro, Dios podía saber en todo momento lo que pensabas. Menos mal que Santón estuvo rápido y conectó la grabadora. Dios siguió contándonos: “Poco después de conocerla se sacó unas oposiciones, y estuvo trabajando en el Ministerio de Alimentos y Vestidos. Fue funcionario clase D (pastor) unos cuarenta años, hasta que se aburrió de que todo el mundo ascendiera menos él.”

Nos quedamos atónitos. Santón me dio un pellizco por debajo de la mesa para que le preguntase algo. No se me ocurría nada, o mejor dicho, se me ocurrían tantas cosas que no sabía cual preguntar. Finalmente elegí la que creo fue la pregunta más oportuna: “¿Quieres otro tinto.” Dios asintió; pedimos un tinto, dos cervezas y una ración de cazón en adobo.

“¿Qué piensa usted de la Iglesia?”

“¿Cuál de todas?” respondió. Creí que era burla, pero en esos antiquísimos ojos no se detectaba la menor ironía.

“No sé, de la verdadera.”

“Ah, la de Le Néant, obviamente.” Nos quedamos de piedra. No teníamos ni idea de quién era ese señor. Dios se dio cuenta rápidamente y nos lo explicó: “Es un vendedor de gofres haitiano ya jubilado. Él y sus seguidores se reúnen en el patio trasero de su casa. Son unas doce personas, muy simpáticos todos, aunque un poco obesos. Ya sabéis… los gofres.”

Hicimos un par de preguntas más a Dios. Entonces, de repente, Santón pareció recordar algo muy importante, y me interrumpió para decir: “Dios, ¿qué piensas de que me masturbe?”

“¿Aquí y ahora? ¿Delante de los demás clientes del bar?”

“¡No, no! En mi casa, o en otro sitio. Lo que quiero preguntar es si te molesta.”

“Que va, si no hubiese querido que os masturbaseis os habría dado dos manos izquierdas (menos a los zurdos, que les habría dado dos manos derechas).”

“Pero en el colegio me decían que era pecado.”

“Es que en el colegio dicen muchas tonterías. ¿Sabéis todas esas cosas que decían vuestros libros de historia y literatura? Mentira todo, no hay un solo escritor muerto que no despotrique de las tonterías que se dicen sobre ellos.”

“¿Te gusta leer?”

“Me gusta más el cine. Pero hace tiempo que no voy.”

“¿Y eso?”

“Está carísimo. Además, que las películas son muy malas. Antes eran mejores, no había tantos efectos especiales.” Santón asintió, ¡al fin alguien que pensaba como él!

“¿Viste La Pasión de Mel Gibson?”

“Me gustó más Apocalypto, no sé, es que los dramas familiares me aburren de sobremanera.”



A todo esto, Santón llevaba ya dos cervezas, más las que se habría bebido antes, y le entró ganas de ir al baño. En cuanto se marchó, apagué la grabadora, y en tono confidente le pregunté a Dios: “¿Cuál es el sentido de la vida?”

“¿Tiene que haber un sentido?”

“Bueno, sería lo justo. Es decir, nacemos, vivimos y morimos. ¿Para qué?”

“A ver, Javier, a ti que es lo que más te gusta hacer.”

“Pues no sé, leer un buen libro, tomar unas copas con los amigos, la radio… bueno, la radio antes, porque ahora hago un programa que es una mierda, con perdón de la palabra.” Dios hizo un gesto disculpando la expresión. “Y también me gustaba mi novia. Bueno, me gusta, sólo que ya no es mi novia.”

“Ese es el problema de todos vosotros, Javier, que os complicáis sin necesidad. Bueno, eso y el sistema capitalista, que os estáis cargando el planeta, os explotan en el trabajo, os lavan el cerebro haciéndoos comprar todo tipo de chorradas, y sólo os falta dar las gracias a los politicastros y los jefazos.”

“No, si ahí tienes razón.”

“Pero a lo que vamos. El sentido de la vida es muy complejo. Hay un plan maestro, claro que sí, pero a vosotros no os afecta. Vivid vuestras vidas, haced lo que os haga felices sin joder demasiado al vecino.” Hizo una pausa, y me dijo: “Tengo que irme.”

Se levantó e hizo algo que sólo un ser divino haría: pagó la cuenta. Luego se me acercó y me susurró: “Llámala. Da igual lo que haya pasado, seguís siendo los mismos de siempre.”

Cuando Santón salió del baño, Dios ya había salido por la puerta y desaparecido entre la marea de turistas.



Aquella misma tarde agarré el teléfono y llamé a Susana al móvil. Sonó tres, cuatro, cinco veces. Imaginé que al ver mi número no querría cogerlo. Pero al sexto pitido descolgó.

“¿Sí?” preguntó. Casi me da algo al oír otra vez su voz. Me faltaba el aire, tenía que decir algo ingenioso.

“Soy gilipollas.”

“Bueno, al menos ya estamos de acuerdo en algo.”

“Y un cobarde.”

“Vaya, dos de dos! Parece que seguimos teniendo conexión.”

“Y esto suena a final de película romántica estúpida, pero te quiero. Y si no te he llamado antes es por eso, porque soy tonto, porque soy un cobarde.”

“¿Y por qué me llamas ahora?”

“Dios me ha dicho que te llame.”

“¿Dios te ha dicho que me llames? ¡Esa es buena! ¿Ahora crees en Dios?”

“No… bueno, sí… bueno, es complicado. Me lo encontré a la hora de almorzar junto a la catedral, en un bar de toldo verde donde ponen pescado frito.”

“¿Dios come pescado frito?”

“Eh… es una larga historia.”

“Ahora no hago nada. Te escucho.”

2007-08-28 00:48 | 9 Comentarios


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Comentarios

1
De: Kitty Fecha: 2007-08-28 01:47

Que guay la historia!!!
Pero más guay es...que Mel está a una persona de Dios!!! O.O



2
De: aMADa Fecha: 2007-08-28 03:02

Eh! puedo ser yo la número 13!? soy suma adoradora de los gofres con doble chocolate!



3
De: Santón Fecha: 2007-08-28 09:43

K bien salir en este tipo de aventurillas como un borracho, pajillero y meón.
Cualquier día nos pasa esto.



4
De: Jose Joaquin Fecha: 2007-08-28 11:54

El otro día, mis alumnos me preguntaron qué haría si me encontrase con Dios (mis alumnos preguntan muchas cosas raras para perder tiempo).

Este relato (que dudo lean) es mi respuesta. Tal vez no sea una historia muy creíble, pero doce (trece) gofreros la creen a pies juntillas...



5
De: susana Fecha: 2007-08-28 11:55

Aqui fue donde Javier aprendió a no saltarse el tratamiento.



6
De: David Saltares Fecha: 2007-08-29 09:32

Muy buena historia, muy divertida e ingeniosa.
Saludos.



7
De: jesus Fecha: 2007-08-29 13:20

¿podremos dibujarlo? Dios podría parecerse al comendador. ¿Has leído "La tourne de Dios" de Jardiel Poncela?
Brillante y con final feliz. ¡Así deben ser los cuentos!



8
De: Jose Joaquin Fecha: 2007-08-29 23:52

Jesus es el dibujante con el que estoy trabajando ahora mismo. Ya les pondré algunos dibujos suyos, simplemente magníficos, una composición de página llena de imaginación y belleza.

Y sí hobre, esto se adapta a cómic, pero o nos lo publica el OPUS DEI o nada, ¿eh?



9
De: calabaza Fecha: 2007-09-14 14:56

Debes andar con cuidado con esa editorial. Te pedirían más y te darían poco . Sin copy right, y además con Soma.
(Me estoy leyendo todo lo atrasado).





  

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