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PROBLEMAS DE PAREJAGracias a Lantla por hacerme llegar esta historia:![]() Por suerte para La Maru (o eso creía ella) su novio también quería irse de casa, por lo que haciendo un esfuerzo y echando algunas horas extras, lograron meterse en una de esas hipotecas milagrosas que tus nietos podrán terminar de pagar con algo de suerte. Y oye, menuda casita más apañada que se compraron, bastante amplia y con espacio de sobra por si algún día venían niños. Eso sí, Maru lo tuvo claro desde el principio: “Esta casa es muy grande, así que tendremos que dividirnos las tareas domésticas.” Y así hicieron: el novio se encargaba de bajar al perro y jugar a la Play Station, y La Maru del resto de las tareas domésticas. Para que luego los digan que los hombres no ayudan en casa, vamos. “Tío, esto no puede continuar así, que curramos los dos en la calle, pero luego la casa me la trago entera, y algunas veces hasta hago bis, por culpa del puto perro.” Se quejaba, digo yo que con razón, la pobre chica. Y es Tobi, el perrito de marras, era una pequeña máquina de cagar y mear. Un chucho callejero, de esos tan pequeños que siempre te queda la duda de si no has adoptado a una rata de la cola corta, y tan tremendamente mimado que no había aprendido a hacer sus necesidades en la calle. La trágica conclusión de esta historia tuvo lugar hace un par de meses, cuando tras mil discusiones de esas en las que el novio asentía y ofrecía su colaboración en la casa, para seguidamente olvidarse de todo lo dicho, La Maru decidió que a la próxima tontería mandaba al novio y al perro-planta-boñigas a tomar viento fresco: El dichoso perro se había hartado de comer vete a saber qué, y de repente le dio por ponerse a vomitar. Y dios mío, qué manera de vomitar, tan poco cuerpo y tanta pota en el suelo, que un poco más y la rata se nos vuelve del revés y todo. Y La Maru, con el asco que le dan los vómitos, agarró un cubo y una fregona y le dijo al novio: “Tu perro, su pota, tu trabajo.” Imagínense a aquel pobre hombre, que en su vida había tocado una fregona, recogiendo aquella porquería, mientras Tobi no dejaba de morderle las pantorrillas, posiblemente enojado por ver como su obra de arte era retirada. Y de repente, del asquito que le daba aquello, el pobre novio también vomitó. Así que, una vez terminada la tarea de recogida, el chico tenía un cubo medio lleno de vómito, lo que le dio una idea: “Se lo voy a enseñar a mi novia, para que vea todo lo que he limpiado.” Así como lo pensó lo hizo, y empezó a correr hacia La Maru, cubo en mano, con la malísima suerte de que Tobi se le agarró al tobillo una vez más, haciéndole tropezar, caer, y soltar el cubo, que vaya la dichosa suerte, vino a caerle encima a La Maru. Yo no quiero describir ni aquella escena, ni aquel perfume exquisito, ni nada de nada. Imagínenselo ustedes, porque las palabras no llegan a reflejar en todo su esplendor aquella dantesca escena. Hace ya dos meses que La Maru y el novio ya no están juntos. El otro día, por casualidad, se encontraron en una discoteca, y el pobre chico, no sé si muy borracho o simplemente tonto, tuvo el morro de preguntarle: “Maru, yo respeto tu decisión, pero tengo una duda, ¿por qué me dejaste?” 2007-07-14 10:39 | 17 Comentarios Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://gadesnoctem.blogalia.com//trackbacks/50866
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© 2002 Jose Joaquin
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